Siguen caminando dentro de mi corazón

Siguen caminando dentro de mi corazón

Este proyecto trata sobre la familia y la soledad, la vida y la muerte, el silencio y la distancia que se convierten en un trauma emocional y llegan a determinar nuestro futuro.

Cuando tenía diez años, mi padre, mis hermanos Grisha (de 8 años), Iván (de 5) y yo tuvimos un accidente de coche. Grisha murió al instante y mi padre unas semanas después. Mi hermana mayor, Mariana (de 21 años), vino a vivir con Alexey (de 20) y conmigo durante un año, mientras mi madre se quedaba con Iván en el hospital de rehabilitación en la capital.
Nunca hablamos del accidente ni de lo que vino después. Cada uno de nosotros afrontó las secuelas de la pérdida y del trauma en soledad. Algunos lo vivieron con más intensidad, otros de manera más ligera, pero una parte de todos nosotros se quedó atrapada en aquel día nevado, el 8 de noviembre, cuando supimos que Grisha había muerto.
Durante toda mi vida pensé que no me quedaban recuerdos de mi infancia, y nunca mencioné el accidente ni sus consecuencias en mí. Abrí esa caja de Pandora en terapia y pude aceptar cómo aquellos años moldearon mi personalidad. Fue entonces cuando comencé a trabajar con los recuerdos, a apuntarlos y a revivirlos.

A principios de 2024, Mariana, Iván, nuestra madre y yo por fin comenzamos una terapia familiar y, por primera vez, empezamos a compartir nuestro dolor, nuestros recuerdos, nuestra soledad y nuestros miedos.

Este proyecto refleja mis recuerdos personales, la soledad y el miedo que sentí mientras crecía. También lo completé con las historias de mis familiares, que escuché durante la terapia. He intentado replantear la idea de familia y hogar, basándome en los recuerdos compartidos, en el archivo de fotografías en blanco y negro que conserva mi madre, y en las cartas de la juventud de mis padres.

Quiero dedicar este proyecto a ese niña interior, abandonada, que habita en muchos de nosotros, como un regalo y una promesa de esperanza: pequeñita, no estás sola, estoy contigo y siempre estaré a tu lado, pase lo que pase.



Siguen caminando dentro de mi corazón

Tengo casi 10 años.

Estoy en el hospital después del accidente, sin saber dónde están mis padres, cuándo vendrán a buscarme, ni cuánto tiempo pasaré aquí.
Dentro de tres días, el 10 de noviembre, cumpliré diez años. En el fondo, ya lo sé: si nadie dice nada, es porque alguien ha muerto. Solo espero que no sea mi padre.
Si digo en voz alta que alguien ha muerto, quizá engañe al destino: no puedo estar en lo cierto.
Por la noche, en el hospital, mientras todos duermen, repito esas palabras en silencio.

De una forma u otra, las seguiré repitiendo toda mi vida.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Mi madre llega para llevarme a casa. No recuerdo imágenes claras, es un conocimiento: no me mira, no me habla, no me explica nada.
Tengo tanto miedo que pregunto quién ha muerto, y luego, si celebraremos mi cumpleaños. Mi madre se enfada, y en mí se instala por años una sensación de ser inapropiada: me siento un monstruo por preguntar, por sentir cosas que no debería.

No entiendo qué está pasando ni por qué mi madre está tan distante.
Una ansiedad punzante me carcome por dentro.
Desde entonces sé: cuando no te miran ni te hablan, significa que la muerte está cerca.

En casa hay desconocidos y personas poco familiares. La casa huele a agrio, a peligro, a algo ajeno. Una mujer está lavando el plumífero de Grisha y dice que ha dejado a propósito unas manchas de sangre en la capucha porque así es mejor. Quiero gritarle que es tonta y no entiende nada.
Una ansiedad pegajosa se agarra a mis pies.

Desde entonces, la seguridad, el hogar y la familia se convierten en ideales inalcanzables.

Pasan varias horas, semanas o días. Sigo sin sentir nada, salvo la ansiedad y la espera. No lloro. Miro a las personas a mi alrededor como si las viera desde lejos, parecen pequeñas. Espero que mi madre venga, que me abrace y me explique lo que está ocurriendo. Entonces podré relajarme y llorar.
Pero mi madre no viene.

Siempre estaré ahí para mi hija. Pero otras personas importantes, mis parejas, inducirán los miedos de siempre: me quedo esperando, ansiosa, preocupada, ellos no vienen a hablar, mientras el miedo y la muerte me envuelven como una ola sofocante.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

No recuerdo qué pasa después. Aprendo muy rápido a irme, a desaparecer, a olvidar. Si me voy, estará ocurriendo con alguien más, no conmigo.

En terapia, mi madre y mi hermana contarán que durante los primeros días dormimos todos juntos abrazados en el suelo, porque nadie podía quedarse solo. No conservo esos recuerdos.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Unas semanas más tarde, nos dicen que mi padre ha muerto. Lo traen a casa, lo colocan en el salón. Algunas personas me preguntan si quiero ir a verlo. Respondo que no.
Sabía que, si no iba y no miraba, podría creer que era otra persona, y que mi padre simplemente había desaparecido. Entonces, podría encontrarlo. Una vez más, intentaba negociar con el destino.

En terapia, mi hermana contará que pensaba lo mismo de nuestro hermano: que no podía haber muerto, que seguramente se había perdido, que tenía frío, que estaba caminando solo en la nieve y que había que encontrarlo cuanto antes.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

No recuerdo si tuvimos árbol de Navidad aquel año. Me acuerdo de las ramas verdes de los abetos encima de la nieve que cubrían el suelo durante los entierros. Significaba que alguien había muerto, y con ello vendrían los claveles, el maquillaje corrido, la compasión en las miradas, el tintineo de las copas, el olor a alcohol y una profunda sensación de pérdida.

En terapia, escucharé a mi madre decir: Perdimos a Grisha, y Grisha perdió toda la vida. Nunca llegó a ver el mar. No ha visto el mar, nunca.

Siguen caminando dentro de mi corazón

En invierno, por primera vez vuelve a casa mi hermano menor. Después del coma, no habla, apenas puede caminar y parece muy pequeño. Me cuentan que no recuerda nada. También. Me duele verlo así.

Nuestra madre lo protegerá y lo cuidará por encima de todo, porque el miedo de perder a otro hijo permanecerá con ella para siempre.

Vivo más de medio año con mis hermanos mayores, mientras nuestra madre se queda en la capital con Iván para su rehabilitación. Me levanto sola a las seis de la mañana, me preparo el desayuno y tomo el primer trolebús a las 7:05, llegando al colegio una hora antes de las clases, cuando a veces todavía está cerrado y no han limpiado la nieve de las escaleras.

Digo que así me resulta más cómodo, y me callo acerca del hecho de que cada día salgo más temprano, porque evito a la gente, no quiero acercarme a los demás, y elijo estar siempre sola.

Durante el tiempo que paso con mi hermano y mi hermana tras el accidente, recuerdo a mi madre visitarnos una sola vez (probablemente vino más veces, pero no lo recuerdo). Me trae ropa de invierno: pantalones y guantes de lana, un gorro. Los aprecio porque son un regalo de mi madre.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Seis meses después del accidente, ya en primavera, lloro por primera vez cuando saco del armario y reviso los libros: recuerdo a Grisha y a papá y los echo mucho de menos.

Paso todos los fines de semana y las vacaciones en la biblioteca, donde hay más libros divertidos y alegres que en casa. Si se lee mucho, se puede aprender a desaparecer de este mundo.

Más tarde, en terapia, mi madre contará que ella también se perdía en los libros y, además, en el alcohol, porque su dolor era insoportable. Había visto a Iván fracturado y maltrecho, había visto mis botas llenas de cristales rotos del coche, se iba a gritar al bosque cerca del hospital y deseaba irse con Grisha.

Cuando mi madre y mi hermano regresan a casa, nos quedamos los tres solos y echo de menos a Mariana, que me abrazaba y me mimada; le digo que la amo más que a nadie.
¿Cómo voy a vivir con mamá si no me ve? Me parece que siempre está cansada, sumida en sus pensamientos, siento que me culpa por haber sobrevivido y no me presta atención.

A veces empieza a hablar con un tono trágico y tembloroso sobre lo bueno que era Grisha. Me parece escuchar detrás de cada palabra un «tú no» o «vosotros no». Me asusta y salgo de mi cuerpo, observando lo ocurrido desde la esquina superior de la habitación y dejo de escuchar. Especialmente cuando se dice en voz alta o en silencio: «todos sufrieron, pero a ti no te pasó nada».

Percibo la presencia de la muerte a mi lado, siempre.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Aprendo a desaparecer: solo hace falta alejarme, salir del cuerpo e irme muy lejos, para observar cómo todo le sucede a otra persona. Me voy de mí cuando llega mi madre y habla con ese tono trágico sobre Grisha. Me voy de mí cuando me gritan u ocurre algo malo.

Aprendiendo a olvidar.

Sueño solo en tercera persona, especialmente cuando interminablemente busco y casi encuentro a mi padre.

Conservo los recuerdos como si se tratase de alguien más, de alguien diferente.

No me quedan memorias de la infancia ni del accidente en los que haya participado, hasta que, 26 años más tarde, empiezo a trabajar con ellas directamente en terapia.

Siguen caminando dentro de mi corazón

Casi no sueño con nada, solo tengo pesadillas recurrentes en las que busco a papá: lo he estado buscando durante años, a través del tiempo, las distancias y las dimensiones, hasta que nació mi hija. Imaginando todos los modos posibles e imposibles de traerlo de vuelta. Estaba convencida de que, si no estaba en esta dimensión, en otras seguro que lo podría encontrar, solo había que averiguar la manera.

Me esforzaba por encontrar, comprende y explicar entre los hilos entrelazados del destino un sentido, un camino hacia mi padre y el hogar perdido. Comencé a ver conexiones, a interpretar significados, a sentir los números.

Cobraban sentido: los números en la funda del cuaderno, el número del trolebús, los restos de una etiqueta perdida. Se conectaban, se organizaban en relaciones lógicas, intentaban transmitirme algo.

Un poco más y podría comprender el profundo significado de lo que sucedía, pero las conexiones ya hablaban conmigo cada día: si eso… entonces…

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Tengo 13 años.

Ya sé distanciarme y olvidar lo que sucede a mi alrededor. Sé con certeza que siempre hay alguien que me observa, siento sus miradas y vivo sabiendo que cada uno de mis pasos, incluso detrás de las cortinas o en el baño, están a la vista de alguien. Veo la lógica y la hermosa simetría de los números, de los eventos y las letras que parecen aleatorios para los demás. Siento el aliento de la muerte: siempre está conmigo, a una palma de distancia.

Los demás no lo entienden, cierran los ojos para no ver,
pero ella y yo lo sabemos: está cerca.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Me parece que en casa tenemos un altar a Grisha, que se ha convertido en un santo, aunque antes lo regañaban y lo castigaban. Mamá dice «Gri-shenka», «Gri-shulya», y me sube un nudo nauseabundo a la garganta: en Iván queda un reflejo de nuestro hermano, también es un niño, tiene el cabello rubio y los mismos ojos, mientras que yo siempre me siento diferente y fuera de lugar. En esos momentos intento alejarme y olvidarlos después. Pero no dan miedo.

Lo que da miedo, es cuando nuestra madre trae a casa a un niño desconocido, que pide limosna en la calle. Averigua su dirección y su nombre. También es rubio, lastimoso, y me da mucho miedo y vergüenza ver cómo habla con él. No está bien, ¡somos tus hijos, regresa con nosotros!

Mamá no regresa.

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Siguen caminando dentro de mi corazón

Tengo 15 años.

Ya me he cortado las manos con una cuchilla, así, sin más, no por el dolor, porque no duele. Más bien, el dolor en la piel me permite sentir algo en el cuerpo. Miro las finas líneas rojas desde lejos, con desdén, y me parece curioso que la gente haga tanto drama por algo sin sentido.

La muerte me observa de cerca con curiosidad. Sabe que en unos años aprenderé a transformar el dolor interno en físico y que eso se convertirá en mi único modo de tolerarlo.

Sé con absoluta certeza que no se puede confiar en nadie: ni el amor, ni el dinero, ni los secretos, ni la vulnerabilidad, ni la ternura. La gente desaparece, se esfuma, engaña. «No es seguro» son más que palabras, es un código grabado en cada célula de mi cuerpo: leo todos los libros, por muy románticos e irreales que sean, a través del enfoque «cómo sobrevivir y prepararse para todo».

Siguen caminando dentro de mi corazón
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Siguen caminando dentro de mi corazón

Sé con certeza que todo el mundo va a morir.

Que cualquier persona puede desaparecer. Entregarse por completo a algo es peligroso. El apego es insoportable. Al primer inconveniente hay que irse, de lo contrario, te romperás, como mamá se rompió después el accidente.

Pienso en lo que pasará si mis seres queridos mueren. Lo imagino en los más mínimos detalles: qué hacer, a dónde ir, cómo cambiará la vida. Les escribo cartas de despedida.

Cuando empiezo a pensar en mis hijos, los imagino muertos antes que vivos conmigo. Un aborto. Muertos al nacer. Muertos en la infancia. Muertos después de unos años. Lo imagino una y otra vez, hasta que llega la esperanza de que podré sobrevivir cuando la muerte regrese.

Siguen caminando dentro de mi corazón
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Tengo 16 años.

Me encanta el color azul, el cielo antes de la tormenta, la poesía de la Edad de Plata. Temo los espacios abiertos, llevar vestidos y estar rodeada de gente, pero nunca digo ni pienso «tengo miedo», simplemente evito las situaciones incómodas.

Me llevará otros 20 años aprender a ver mi miedo, a reconocerlo y compartirlo.

Estoy convencida de que tuve una infancia feliz, que el accidente no me afectó en absoluto, que tengo una relación maravillosa con mi madre y que no hay problemas en mi familia. Nunca le cuento a nadie sobre el accidente, sobre Alexey, sobre la muerte de mi padre y mi hermano, jamás. Sigo buscando a papá en sueños y me despierto con un grito silencioso cuando caigo interminablemente en el vacío o siento cómo mi cuerpo se descompone y uno a uno se me caen los dientes.

Siguen caminando dentro de mi corazón
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Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Nunca pienso en mi familia como familia, siempre son nuestra madre, Mariana, Iván.

Evito la cercanía emocional y no puedo expresar con palabras la envidia, la inseguridad, el deseo de apoyo, de relaciones estables. Ni cualquier otra necesidad emocional.

Me enamoro fácilmente y aún más fácil me alejo de cualquier tipo de relación que amenace mi independencia, me incomode o me presente dificultades. Disfruto de mi libertad, estudio bien, me parece que mi madre no me limita en nada y estoy bien así. Me siento más adulta y racional que la mayoría de la gente que conozco.

Sigo escapando de mí misma y no puedo decir «no», porque tengo que ser buena, porque no es seguro, porque vivo en un mundo impredecible y peligroso, donde no hay adultos que me protejan: cuando me tocan en el autobús, cuando hacen algo desagradable con mi cuerpo, cuando me violan, solo me alejo y miro desde lejos, desde arriba y al lado, cómo sucede.

Y luego me esfuerzo para olvidar.

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Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Los años pasan. Cultivo a mi propio adulto responsable. Crío a mi hija y aprendo a ser la madre que no tuve. Comienzo una terapia. Me voy a otro continente. Practico meditación. Empiezo otra terapia. Restablezco el contacto con las mujeres de mi familia. Me despido del pasado. Aprendo a ver y a proteger a mi niña interior. Cambio de país nuevamente.

Me reencuentro después de muchos años con mi madre, mi hermana y mi hermano, y hacemos terapia de familia juntos para, por primera vez en la vida, abrirnos y mostrar las heridas que tenemos, despedirnos de nuestros muertos, llorar lo que no existe y tratar de vernos de verdad.

Siguen caminando dentro de mi corazón
Siguen caminando dentro de mi corazón

Todavía estamos aprendiendo a escuchar, respondiendo con apoyo, y buscamos el camino hacia nosotros a través de todos estos años. Sabemos que es un camino largo, pero ahora tenemos esperanza, ahora sabemos cómo iluminar la oscuridad, ahora nos sentimos como una familia.

Siguen caminando dentro de mi corazón
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